
06 Oct Zoos: cárceles o centros de educación ambiental?
Hoy ha sido un refrescante día de lluvia veraniega de agosto en Valencia, día que he aprovechado para visitar un zoo, de estos modernos, en los que los animales campan a sus anchas por unos recintos que intentan reproducir las condiciones ambientales de sus hábitats originales. Gente de todas las edades se fascinaba ante la visión de aquellos animales en ocasiones familiares, como elefantes o jirafas, pero en otras desconocidos y nunca vistos por ellos. Padres y madres explicaban a sus hijos cosas como lo que es un «bai» o que aquel «ciervo» tan bonito y grande en realidad no es un ciervo si no un «bongo» de las selvas ecuatoriales africanas (todo esto tras leerlo ellos previamente en los carteles informativos e interiorizarlo, claro está). Algunos adultos, pasados ya los treinta, se enteraban, «por fin», gracias también a los carteles frente a los decorativos y naturales recintos, que una pantera es lo mismo que un leopardo pero melánico, es decir, negro (no dos especies distintas), y al finalizar el día en la puerta, todo el mundo se marchaba relajado y con una amplia sonrisa…
No hay que dar más que un simple paseo por el zoo, como el que yo he dado hoy para entender las propiedades terapéuticas de este lugar mágico del que absolutamente todos guardamos gratos recuerdos en familia de nuestra infancia más temprana. Y digo lo de mágico porque por alguna razón no del todo clara, en su interior, los mismos padres que fuera llaman «bichos» a todo, aleccionando a sus hijos, naturalmente curiosos ante la presencia de aquellos seres sorprendentes, con un manotazo, un «no toques eso que muerde» o es «venenoso», o bien «suelta ese bicho asqueroso»…aquí dentro, en el zoo, cambian su discurso por el de «mira que animal tan bonito» o que curioso… en el peor de los casos. Esa trasmutación se debe a la ausencia de miedo. Protegidos en aquellos recintos, los ignorantes humanos nos atrevemos a acercarnos con los ojos del animal curioso que en realidad somos y que necesita del conocimiento y contacto con la naturaleza, libres de prejuicios.
Actualmente la tendencia general del urbanita medio es a apartarse del mundo natural, víctima de ese miedo inculcado desde la infancia y la desconfianza que genera su desconocimiento, (potenciado por unos padres a los que educaron ya en la absoluta ignorancia del mundo natural y que en realidad no tienen la menor idea de si ese «bicho» es venenoso o si tan siquiera muerde, pero por si acaso…)
Los zoos modernos (no hablo de las jaulas y barrotes de lo que fueron en el pasado) cumplen por tanto una labor en la educación ambiental fundamental en los ciudadanos, porque acercan la naturaleza de una forma relajada y confiada a la gente, permitiendo que se fascinen, conozcan y abran su mente a un mundo natural que todavía existe y que en el fondo y de manera innata les atrae. Y dado que sólo se puede amar lo que se conoce, y dando por sentado que la gran mayoría de personas jamás pisarán una selva ni cruzarán una sabana en Land Rover, la única forma de acercarse y tomar conciencia directa de esta biodiversidad, identificarse con ella y conmoverse ante la idea de su destrucción, es esta, un buen paseo por uno de estos zoos, en familia.
Otro punto que me decanta en favor de la importancia que actualmente tienen los zoos, es la de ser reservorios de muchas especies en peligro en las que además se fomenta su reproducción. Muchos zoos están adscritos a programas de recuperación de especies en peligro de extinción y en este sentido realizan una gran labor. De hecho diré que ya ha ocurrido que una especie, como por ejemplo nuestro bisonte europeo (el que pintaban nuestros antepasados en las cuevas de Altamira), se extinguiera en la naturaleza y pudiera recuperarse gracias a que se pudo reunir un rebaño de los animales que se encontraban esparcidos por distintos zoos en cautividad. Actualmente, el bisonte europeo campa salvaje por los bosques de europa central como en Polonia, gracias al trabajo de estos zoos.
Para terminar diré que siendo un soñador como soy, me encantaría pensar que en un futuro nuestra sociedad madurará y aprenderá a convivir con el resto de seres vivos de nuestro planeta en harmonía, siendo innecesaria la existencia de zoos, sin embargo viendo la tendencia actual de desapego de nuestra sociedad del mundo natural, me hace pensar que por el momento la existencia de los zoos es fundamental para la educación del ciudadano y para aliviar la carga emocional que supone vivir en ambientes prácticos y funcionales pero estresantes, en los que hemos aniquilado todo recuerdo de una naturaleza a la que ya consideramos extraña. No obstante no todo está perdido, algo imborrable palpita en nuestros genes y en nuestro corazón, es la llamada de lo salvaje que hace que sigamos plantando árboles en nuestras aceras, o poniendo plantas en nuestros balcones sin tener la obligación de hacerlo y disfrutando en familia de los zoos…somos animales, animales humanos y no podremos escapar nunca de nuestra condición por sofisticados que nos pretendamos…ni falta que hace!
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